Es sintomático de la irracionalidad de nuestro tiempo que sea la diputada Elsa Capillera de Cabildo Abierto la que facilite que un periodista extranjero, libertario y anarquista, venga a dar una charla sobre libertad de expresión en el Palacio Legislativo. Esta claro que Morás puede (y está bien que así sea) hablar donde le plazca, y también que esta puede ser una crítica fácil de hacer. Pero no deja de llamarme la atención el hecho de que quien invite y, en parte, organice sea miembro integrante de un partido de estirpe militarista que tiene entre sus líderes y figuras más importantes (hoy devenido por la opinión publicada como “guardián de la salud pública”) al ministro que se cansó de mentir y ocultar información, a la par que promocionaba la experimentación masiva con la amenaza y el chantaje como método.
Ante esto, la diputada Capillera nunca se presentó como una voz realmente disidente. Como mucho llegó a ser un objeto de burla generalizada por la malintencionada interpretación que se le dió desde la prensa cuando argumentó sus causas por no vacunarse (que, vale decir, tampoco se preocupó mucho en aclarar). Cual Poncio Pilato, interpreto, tiene el buen gesto de hacer un meeting disidente cuando las aguas plandemicas se han calmado. Quizá esto le sirva de alguna manera como una especie de expiación. Para mí no es suficiente.
Una vez terminadas las ponencias la primera pregunta fue dirigida a Morás. Versaba sobre que pensaba él sobre la Agenda 2030 de la ONU y como articulaba su opinión con el hecho de que tras su invitación, justamente, existía un partido político parte del gobierno de coalición promotor de esta agenda. Después de un breve alegato antipolíticos, un “yo hablo donde me invitan” y una explicación básica de lo que significa la agenda, terminada su respuesta, la diputada Capillera, nerviosa, pretendió aclarar en dos palabras que “algunos políticos” (supongo que de su partido) apoyan la Agenda 2030. Cabría preguntarle a la diputada cuándo ella se presentó publicamente en contra de la agenda, en qué actas parlamentarias consta su tratamiento del tema, o dónde lo hacen esos otros políticos de su partido que comparten esta visión, pues yo no he visto nada ni conozco a ninguno.
Luego de otras preguntas llegó el turno de que un joven blanco tomara la palabra. Volviendo a la pregunta respecto a la Agenda 2030 el se esforzó en aclarar que hay, dentro de los partidos de la coalición, “algunos sectores minoritarios” que están dando la “batalla cultural” dentro de sus partidos políticos. Luego de repetir el término batalla cultural un par de veces, emocionarse hasta las lágrimas (literalmente) cayendo en lugares comunes sobre los migrantes cubanos y los tratamientos de la dictadura castrista a los homosexuales, y reslatar su condición de homosexual ante el lobby LGTB que campea en su partido (vamos, reslatar sus puntos de mártir, ¡todo un SJW de derecha!) fue aplaudido con ahinco por toda la sala.
Para que esto no sea solo una crítica insustancial me permito terminar con una reflexión. Lo que ni Capillera ni el joven blanco entienden es que participan en estructuras partidocráticas sistémicas en una democracia realmente existente basada en la teoría del consenso y el fundamentalismo democrático. El primer ponente, Laurta, intentó hacer una historia de la democracia que explicó de forma muy confusa: pasó de una supuesta democracia griega basada en la filosofía y en el intercambio del ágora, a algo que llamó “democracia posmoderna” donde no sería posible el entendimiento y de ahí a una etapa actual que denominó “democracia neomarxista” que estaría sustentada en una vuelta a la dialéctica opresores- oprimidos en busca de poder político (me pregunto acaso si la democracia no es siempre una lucha por espacios políticos).
En esta historia sin sentido decidió omitir dos cuestiones de suma importancia: el consenso democrático y la espectacularización. Ni el neomarxismo fantasmagórico, ni el posmodernismo deconstructivista Anti falologocentrico, ni ningún otro de estos lugares comunes tiene la fuerza del consenso de cúpula y la propaganda masiva para la democracia. Un tipo que es publicista y vive de una empresa de marketing debería de tenerlo claro. Esta democracia en la que nos movemos no es más que el fruto de una dictadura de los pactos previos, de ontología claramente mafiosa, y de ingeniería social mediante la masificación hasta el hartazgo de sloganes dentro de una lógica tecnócrata.
Tanto la diputada como el joven blanco participan activamente en estructuras partidistas que han asimilado lo consensuado en la cúpula como el plan a seguir y ellos, supuestos disidentes, son dejados de lado. La teoría del consenso se basa, como bien explica Buela, en hacer “como sí” me importara lo que el otro disidente tiene para decir, para luego ponerlo a un costado, ignorarlo, aplastarlo bajo el yugo de la mayoría, cuando no descalificarlo y patologizarlo. Quien pretende luchar en estas condiciones, dentro de estas estructuras, pierde el tiempo, se da contra la pared (en el supuesto de que son realmente disidentes y no buscan en realidad réditos personales). No hay disidencia posible (o, al menos, no hay disidencia que llegue a algo) dentro de estructuras cooptadas.
Luego de que los disidentes son excluidos en la interna de su propia estructura, la misma se presenta como un bloque homogéneo ante la opinión publicada, y así se espectaculariza y llega a la sociedad toda. Y si algún blanco o cabildante disidente no está de acuerdo conmigo que me diga dónde están los referentes en contra de la agenda 2030, o de qué se encarga la secretaría de género del Partido Nacional, o qué hicieron los supuestos disidentes políticos de Cabildo Abierto durante la dictadura sanitaria. Todo una gran impostura.
En fin, un lindo meeting disidente. Aunque vacuo. Nada nuevo.
Link a noticia en la web del parlamento uruguayo.
https://parlamento.gub.uy/noticiasyeventos/noticias/node/96396
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