Las realidades de los miles de presos sin condena quedaba plasmada en escritos judiciales que iban y venían entre los despachos de los jueces y los fiscales. Muchas veces, reposaban allí por meses –o incluso años– en medio de extensísimos procesos penales que no eran fluidos.
El sufrimiento de las víctimas no era un elemento considerado en ninguna de las etapas del proceso, de la que casi no tenían información. Ni las víctimas ni la opinión pública, a quien se le vedaba información por la reserva de los casos. Llevó 12 años de trabajo dejar atrás un Código del Proceso Penal que fue tildado por la Comisión de Constitución, Códigos, Legislación general y Administración de la Cámara de Diputados como un “hijo dilecto de la dictadura”.
“El Código del Proceso Penal vigente no es entendido por la población; está impregnado de secretismo; los distintos actores se confunden frecuentemente en sus roles y, fundamentalmente, no es digno de un país democrático. Como señaló el doctor Gonzalo Fernández, el proceso penal debe ser «uno contra uno y no dos contra uno», aludiendo al hecho de que en el procedimiento actual, parecería, dada la confusión de roles referida, que el enfrentamiento es juez y fiscal versus abogado defensor”, sostenían en la exposición de motivos, según consta en un artículo publicado por el fiscal Ignacio Montedeocar.
Este 1° de noviembre de 2022 se cumplieron cinco años de la puesta en práctica del Nuevo Código del Proceso Penal que cambió un sistema inquisitivo –caído en desuso en los Estados modernos– por un sistema acusatorio. Mientras que en el antiguo sistema el juez investigaba los casos e informaba al fiscal sobre sus hallazgos, quien luego le solicitaba que tomara medidas que creía de orden para el caso. Después de un largo proceso que se daba en formato escrito y en cuya mayoría de los casos significaba una larga estadía en prisión sin tener condena firme, ese mismo juez fallaba. En el nuevo sistema, es el fiscal quien está a cargo de la investigación y en un debate cercenado por tiempos estipulados en el nuevo CPP debe decidir si inicia un juicio oral –en el que el juez tomará la decisión final– o negocia con el imputado un acuerdo que les permita evitar el juicio.
La necesidad de pasar a un sistema acusatorio fue casi unánime, la excepción fueron algunos pocos, como el fallecido exfiscal Enrique Viana quien renunció a su cargo por estar en desacuerdo con la reforma. Una de sus principales críticas era que un imputado podía ir preso preventivamente sin que el juez viera una sola prueba. La evidencia en esa etapa es solo evaluada por la Fiscalía y el abogado defensor del imputado.
Sin embargo, la implementación del Código sí trajo polémica y desató múltiples reformas posteriores. Actualmente hay 14 leyes que reforman la redacción original, que había sido votada en diciembre de 2014.
Las modificaciones tuvieron, a grandes rasgos, tres aristas. La primera buscó afinar detalles que no habían quedado lo suficien-emente claros, la segunda intentó darle mayor protagonismo a las víctimas dentro del proceso y la última significó un endurecimiento de medidas en el marco de una política criminal. Entre ellas se destaca la reducción de los escenarios en los que se puede utilizar el proceso abreviado, la eliminación de la suspensión condicional del proceso (que permitía evitar el antecedente penal a cambio de una actividad que reparara el daño de alguna manera) y la limitación de la libertad vigilada.
“A esta altura habría que escribir todo el código de nuevo, si hoy lees la última edición hay capítulos enteros que ya no existen. Hay artículos que se oponen entre sí, por eso decimos –medio en broma medio en serio– que es como un hijo de Frankenstein. Está tan emparchado que es difícil de entender. Se podría mejorar en muchos aspectos, pero si no, por lo menos ordenarlo (…) Nuestros códigos procesales penales siempre estuvieron a espaldas de la Constitución, este fue el primero ordenado por el constituyente. Es el mejor Código que hemos tenido, no tengo ninguna duda”, valoró el procesalista Gabriel Valentín en diálogo con El Observador.
0 comentarios